Tras haber creído durante mucho tiempo que la victoria estaba garantizada, los democristianos se ven castigados por el desgaste de una década y media en el poder. También por los errores de su candidato –el torpe e impopular Armin Laschet– así como por la negligencia de Merkel para pasar el testigo.
Movilizada en todos los frentes, tanto en Alemania como en el exterior, donde multiplica las visitas de despedida, la líder de 67 años intentó enderezar el barco mostrándose en la campaña electoral con Laschet. Pero según los sondeos ha sido en vano hasta el momento.
Merkel conserva, sin embargo, una popularidad que envidiarían muchos dirigentes occidentales. Lejos parece haber quedado el año 2019, cuando la canciller, al frente de una gran coalición de la derecha y la izquierda agotada, daba la impresión de estar sobrepasada por la movilización de los jóvenes a favor del clima.