Ciudad de México. Arnulfo Castorena está acostumbrado a dar la pelea prácticamente desde que nació. Su madre falleció durante el parto y poco tiempo después su padre lo abandonó debido a su discapacidad.
Con todo en contra, el tapatío se aferró a la vida, a la cual llegó con una malformación congénita que impidió el desarrollo de uno de sus brazos y de sus piernas.
“He pasado por muchas cosas malas. Mis hermanos se desentendieron de mí, por lo que tuve que vivir con mi abuela y después con una tía en un ambiente muy hostil. Mi familia nunca me trató bien, se drogaban frente a mí todo el tiempo y llegué a pensar en hacer lo mismo, pero no caí. Quería ser diferente, salir de aquel mundo oscuro,” compartió el nadador, quien ayer logró la medalla de oro en los Juegos Paralímpicos París 2024.
Castorena y Juan Pablo Cervantes, en atletismo, protagonizaron ayer la jornada más exitosa de la delegación mexicana en Francia al subir a lo más alto del podio en los 50 metros pecho SB2 y los 100 metros T54, respectivamente. Sus preseas catapultaron al país del sitio 36 al 23 del medallero.
“Llegué con el objetivo de convertirme en una leyenda y lo conseguí. A veces mi brazo no me respondía y por momentos se me iba toda la fuerza, pero logré concentrarme y subir al podio pese al dolor”, compartió Castorena en conferencia de prensa.
Más de dos décadas después de ganar su primera medalla paralímpica en Sídney 2000, el nadador obtuvo su cuarto título en la prueba de los 50 metros pecho. Su presea corona una historia de superación y resiliencia que presume a sus 46 años.
“Nada me hizo tirar la toalla. No claudiqué cuando tuve que limpiar parabrisas, tampoco al vender chicles o pedir dinero en las calles. Soy una persona de valor que sabe sobreponerse ante las adversidades y siempre sale adelante”, contó Castorena, quien tiene en su palmarés siete preseas olímpicas.
Arnulfo, quien aprendió a leer gracias a unas monjas, no quiere recibir sólo aplausos tras coronarse en París. El jalisciense espera que su logro sirva para que las autoridades sean más equitativas en cuanto a la repartición de los recursos.
“Cuando gané mi medalla en Tokio pensé que las cosas serían diferentes, pero no fue así. No tengo ningún patrocinador fijo, sólo una empresa me apoyó en mi camino rumbo a París por lo que ha sido difícil mantenerme entre los mejores”, admitió el nadador, quien, pese a todo, sueña con llegar a los Juegos de Los Ángeles 2028.
Aunque es uno de los máximos medallistas mexicanos en Juegos Paralímpicos, el tetracampeón tiene una vida modesta junto con su esposa y auxiliar María Concepción.
“Fue muy complicado mantener a mis cinco hijos cuando me rebajaron la beca. Me costó mucho trabajo salir adelante e incluso pensé en el retiro. Sin mi familia no habría podido seguir”, añadió el deportista.